Dos sonetos de Víctor Ruiz

Horas de ocaso


…y luego te deshaces en la ceniza.
Álvaro Urtecho

No pronuncies las sílabas del nombre
cuando al filo en pústula de la noche
el rostro, exánime y solo, del hombre
no delate ni pena ni reproche,

ni impidas el ocaso de sus horas.
Que no humedezca su fin tu mirada,
si ves que ella desnuda lo devora
y lo hunde en lo profundo de la nada.

Callada lo verás en deleznable
materia sin retorno que se vierte
sobre escritura sin fin, inefable

del tiempo, en que es ahora polvo inerte,
olvido en la memoria inextinguible
y ceniza en el seno de la muerte.

Nocturno a la escritura

A Tatiana Argüello.

Ni la noche acechando en la ventana
ni la sombra del sueño en la pupila
que atónita del cuerpo se destila
sobre la blanca superficie vana,

sino la escueta letra desvelada,
lo puro del lenguaje y su estructura
trazando del poema la escritura
allí donde tu voz está callada.

Absorta ante la forma y su sonido
el placer sentirás indescriptible
de la palabra en el párpado herido,

entrando en el vacío transparente,
ajena a la materia inteligible
y a la memoria de tu vida, ausente

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