La belleza del caos.

La belleza del Caos. Entrevista a Juan Chow.*

Por: Tatiana Argüello Vargas**

Por encima de cualquier movimiento artístico y literario, en la poesía como en todo arte, la belleza juega un papel crucial convirtiéndose en un punto de equilibrio entre el orden y el caos del universo. Por ello, esa búsqueda de un verdadero equilibrio, un acuerdo entre el contenido y la forma expresado en la belleza poética, debe ser una de las más importantes búsquedas del poeta.

Para Juan Chow (Managua 10 de diciembre de 1956), la búsqueda de la belleza es de vital preocupación, y el sentido dialéctico de la misma supera cualquier movimiento literario. Su poesía posee diversas facetas: su primer libro de poesía “Oficios del Caos” (Editorial Nueva Nicaragua, 1986), reeditado bajo el título “Oficios del Caos y otras versiones” (Editorial Enlace 2005), es una obra impregnada de una notoria influencia surrealista, en ella se hace evidente la metamorfosis y transfiguraciones de las emociones y eventos de lo cotidiano.

Por otro lado, en sus otros poemarios: La Inteligencia del Alacrán y otros boleros (Editorial Enlace, 2001), Retórica del Seductor (Editorial Enlace 2001), El Amor Razonado (Editorial Enlace 2004), utiliza la concisión de palabras bajo su visión de que la belleza es expresar lo esencial con el lenguaje, una breve pero aguda estética con temas medulares del ser humano: el pensamiento, el amor, la soledad y el erotismo.

En la presente entrevista, Juan Chow aborda temas sobre su obra y nos ofrece su visión sobre lo qué es la poesía de calidad y el futuro de la poética nicaragüense.

¿Qué es para usted la poesía?

He oído contestar a algunos que es una necesidad, y a otros, que es un placer; en mí son las dos cosas, escribo por necesidad y placer no me veo haciendo otra cosa.


Su primer libro de poesía “Los oficios del caos”, es una obra con fuerte influencia surrealista, háblenos de lo que significó para usted ese movimiento y sobre esta obra.

Ese libro es para mí como una escuela, en esa época yo tenía entre 17 y 20 años, aquí se hablaba de poesía exteriorista, una poesía que para mí es sospechosa; se pensaba en hablar de lo exterior sin tomar lo interior, una poesía cardenalista, plana, sin metáforas; tuve la suerte de rodearme con escritores que veían la realidad desde el subconsciente, como los niños al soñar, y me di cuenta que sin exteriorismo no hay interiorismo, y sin interiorismo no hay exteriorismo, porque ambos son dialécticas, y el arte es una recreación creativa, pongámosle pleonasmo, una recreación creativa de la realidad, no mecánica como lo quería hacer parecer el exteriorismo, como una fotografía en blanco y negro: sin participación del fotógrafo no hay punto de vista ni pasión.

En su poema “Sinfonía de Horror” usted expresa “cualquiera puede ser poeta en esta esquina”, ¿Cuál es su opinión si esa esquina fuera Nicaragua?

Eso no es sólo en Nicaragua sino en todo el mundo, el título de artista está devaluado, un poeta que no es artista no es poeta. La raíz común del poeta y el artista es la esencia, el elemento catalizador; el artista es algo casi divino. Aquí se llega a pretender que el artista es un mano caída, un borracho, un vago, y algunos les da vergüenza decir que son poetas. Hay un poema de Salomón de la Selva que dice: “todos han dicho lo que eran antes de ser soldados; ¿y yo? ¿Yo qué sería que ya no lo recuerdo? ¿Poeta? ¡No! Decirlo me daría vergüenza.”, No tiene que darnos vergüenza. La lucha de nosotros es para reivindicarnos.
En su libro de crítica, “La paja en el ojo”, hace una crítica muy buena a poetas como Joaquín Pasos, Carlos Martínez Rivas, Ernesto Mejía Sánchez, Beltrán Morales, Ana Ilce Gómez, entre otros. ¿Cómo ha influido en su trabajo poético la obra de estos autores?

Estos autores son los que me han gustado, los que me han satisfecho, el único requisito es que me hayan tocado, no me importa lo que digan el fulanito de tal, no me importa, es mi punto de vista.

Algunos dicen que el exteriorismo no deja nada a la imaginación, otros dicen que las tendencias neobarrocas es escribir de una manera muy maquillada, y que el surrealismo puede tender al oscurismo. ¿Qué significa para usted poesía de calidad?

Es una pregunta crucial en el terreno estético porque en poesía no importa si uno es exteriorista, surrealista, internista, siempre y cuando haya belleza y por muy exteriorista, surrealista e internista, la belleza es dialéctica, es interior, es exterior, plano, tergiversación de lo plano, es un órgano, uno logra la belleza por el talento. El pecado de la poesía exteriorista, es que pretendió eliminar lo demás, una poesía sin opinión del artista, una fotografía en blanco y negro, eso no es belleza, y el arte es lo de afuera y de adentro. Tener un arte exteriorista sin interiorismo es imposible; lo mejor de Ernesto Cardenal sí tiene una base exteriorista, pero también tiene un sustento interior, si lees “hora cero”, sientes la emoción, hay emoción y eso es lo que no ven los seguidores de Ernesto Cardenal, siguen a un Cardenal que es teórico.

En sus últimos libros como “La inteligencia del alacrán y otros boleros”, y “El amor razonado”, se observa la brevedad en sus versos, ¿Qué papel juega para usted en su poesía la concisión de las palabras?

La brevedad en este caso es lo compacto, es decir, las cosas con menos número de palabras, entre menos necesitas más belleza se transmite. Tú haces en una página lo que otros hacen en 20, Juan Rulfo logra en 200 páginas con “Pedro Páramo” lo que García Márquez hace en 400 páginas con “Cien años de Soledad”; y este último es muy florido cuando Rulfo hace un mundo más complejo. No hay que decirlo todo, mas todo sugerirlo, como decía Carlos Martínez Rivas. Es la destreza, la precisión, la armonía.

De todos sus trabajos ¿cuál es el más entrañable para usted?

Eso es como preguntarle a alguien a que hijo salvaría en un incendio, es algo que no te podría decir porque en cada uno de ellos he dado lo que puedo.

¿Hay buena madera de poetas en Nicaragua? ¿Quiénes?

En este terreno uno no debe precipitarse y ponerse fatalista, porque los artistas siempre van a existir, no apiñados en el tiempo. Siempre van a surgir buenos artistas en la dialéctica de la estética universal, lo importante es tener la oportunidad. Rubén Darío tuvo la oportunidad de hacer reconocer el idioma español, salvarlo de que fuera una lengua muerta. Después de Rubén Darío, tenemos a Carlos Martínez Rivas, a Ernesto Mejía Sanchez, a Cardenal, por lo cual hay que pensar en una pirámide: Carlos el grande, Mejía Sanchez el admirable y Cardenal el bueno. Se han dado otros poetas buenos, como Beltrán Morales, Ana Ilse Gómez, y después me parece que he leído poemas de Ninfa Farrach, Santiago Molina que me han parecido muy buenos; poetas más jóvenes como Eunice Shade, Víctor Ruiz, he leído otros poemas de otros nombres que todavía no los ubico, no de una gran cantidad, no se dan cien Shakespeares en un siglo, sino 1/2. Si se dan cien ninguno valdría, es como los tomates, en grandes cantidades se regalarían.

¿Qué consejos puede dar a los poetas jóvenes?

Que no sean unos llorones, que no anden buscando culpables de su mediocridad, porque no van a encontrar culpables de sus malos talentos, nadie es responsable del talento de una persona; que se entreguen al trabajo como sí fuera una religión así como se entregó Jesús en su movimiento de rebelión, es como hacer del arte un sacerdocio pagano.

¿Cuál considera usted que es el futuro de la poesía en Nicaragua?

El futuro de la poesía es la belleza, y ese futuro ya lo tiene Nicaragua. Dice Rubén Darío que la primera ley es crear, y la segunda y la tercera y así sucesivamente, la belleza es dialéctica.

*Poeta nicaragüense. Autor de uno de los más hermosos poemarios escrito en Nicaragua “El oficio del Caos”.
**Poeta nicaragüense. Estudiante de Lengua y Literatura Hispánicas en la UNAN-Managua.

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