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Rubén Darío: el origen de la poesía moderna en hispanoamérica

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      Por Víctor Ruiz A finales del siglo XIX León era, sin duda, la ciudad más cosmopolita de Nicaragua, en ella confluían el pensamiento liberal heredado del siglo XVIII y lo más avanzado de la tradición literaria española; sin embargo, comparada con Santiago de Chile, México y Buenos Aires, no era más que una provincia de uno de los países más olvidados de Latinoamérica. De ahí que resulte sorprendente que un poeta como Rubén Darío haya crecido y se haya formado en una localidad que se jactaba de sus ideas progresistas, pero todavía guardaba fielmente su pasado colonial. Darío recibe un espacio y un tiempo completamente hostil a cualquier vocación literaria: golpes de estado, guerras civiles, intervenciones extranjeras, y como producto de esta inestabilidad política, la falta de un ambiente cultural propicio para la germinación de un gran poeta. Podría decirse entonces que Darío hace suyo ese hermoso verso de Gabriel Celaya : “La poesía es un arma cargada de futuro”, pues frente a

Tres notas sobre Rubén Darío. De Azul... a Cantos de Vida y Esperanza. Los cisnes y otros poemas.

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Por Víctor Ruiz M.    AZUL... EL PUNTO DE PARTIDA Azul… puede considerarse como el punto de partida del Modernismo. Anterior a este libro, Darío había escrito dos colecciones de poemas en los que todavía se percibe la influencia de los poetas clásicos españoles, nos referimos a Epístolas y poemas (1885) y Abrojos (1887), lo importante de estos libros es que nos permite reconocer el dominio que poseía Darío de su tradición poética. Ya desde su título Azul… (“L’art c’est l’azur”, el arte es azul, decía Víctor Hugo) proponía una nueva concepción poética: la búsqueda del ideal y de la belleza. Las influencias provenían principalmente de la poesía francesa, del simbolismo y el parnasianismo. Los poetas predilectos serán aquellos que entreguen su vida a la perfección artística, autores como Verlaine, Rimbaud, Mallarmé, Catulle Mendés, Gautier, de Lisle.  Juan Valera, novelista y crítico español, es el primero en observar en Azul… el nacimiento de una personalidad poética que, a pesar de

LA PÉRDIDA DE LA NOSTALGIA

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Melancolía (1891). Edvard Munch Por Víctor Ruiz M. Cuando mi amiga me dijo que se iba del país para estudiar una maestría, me embargó una mezcla de alegría y tristeza: estaba feliz porque era el inicio de una aventura intelectual y personal que enriquecería su forma de ver el mundo y su poesía, pero también sabía que ya no nos veríamos en los pasillos de la universidad o en las clases de literatura hispanoamericana en la que comentábamos apasionadamente poemas de José Lezama Lima, Octavio Paz y César Vallejo, tampoco extenderíamos esta conversación en las mesas del bar al que religiosamente asistíamos todos los sábados al terminar las clases. Nuestra comunicación continuaría en los enormes emails que nos escribimos contándonos nuestras aventuras amorosas, felicitándonos mutuamente el día de nuestros cumpleaños, fecha imposible que ambos olvidemos porque nacimos el mismo día. La correspondencia se fue reduciendo cada vez más por las responsabilidades académicas y también porque las

Un Darío para cada etapa de la vida

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  Por Víctor Ruiz M.   A mis estudiantes de Lengua y Literatura Hispánicas de la UNAN-Managua Que Rubén Darío  no está de moda, eso lo sabemos. Que su lenguaje se ha vuelto críptico e inaccesible, esto también lo sabemos. Que sus poemas de princesas, reyes, duendes y hadas después de la adolescencia ya no nos emocionan ni nos encantan es más que evidente en los rostros muertos de aburrimiento de los jóvenes de secundaria que son obligados por sus maestros a memorizar e interpretar teatralmente “A Margarita Debayle" “La sonatina” o “Los motivos del lobo”. Confieso que ningún profesor en mi secundaria provocó que me apasionara por la poesía de Rubén, al contrario, sus métodos memorísticos y formalistas solo produjeron en mí una profunda aversión.   Pero aclaro, este rechazo juvenil e iconoclasta no tiene su origen en su poesía, sino en la recepción que se ha hecho de ella en las escuelas; por un lado, tenemos al profesor “formalista” (no se confunda este término con las técnicas