Rubén Darío: el origen de la poesía moderna en hispanoamérica

 

 

Rubén Darío, una biografía iconográfica - Grupo Milenio

 

Por Víctor Ruiz

A finales del siglo XIX León era, sin duda, la ciudad más cosmopolita de Nicaragua, en ella confluían el pensamiento liberal heredado del siglo XVIII y lo más avanzado de la tradición literaria española; sin embargo, comparada con Santiago de Chile, México y Buenos Aires, no era más que una provincia de uno de los países más olvidados de Latinoamérica. De ahí que resulte sorprendente que un poeta como Rubén Darío haya crecido y se haya formado en una localidad que se jactaba de sus ideas progresistas, pero todavía guardaba fielmente su pasado colonial. Darío recibe un espacio y un tiempo completamente hostil a cualquier vocación literaria: golpes de estado, guerras civiles, intervenciones extranjeras, y como producto de esta inestabilidad política, la falta de un ambiente cultural propicio para la germinación de un gran poeta. Podría decirse entonces que Darío hace suyo ese hermoso verso de Gabriel Celaya: “La poesía es un arma cargada de futuro”, pues frente a tanta adversidad, sus ojos y sus palabras siempre estuvieron puestos en el porvenir.

Lo que atrae poderosamente la atención en Darío es la determinación de convertirse en poeta. Según nos cuenta en su autobiografía, desde los tres años sabía leer y escribir, en su ciudad era considerado como un “niño prodigio”, incluso llegó a conocérsele en toda Centroamérica como “el poeta niño”. Su familia adoptiva (no conoció a su madre hasta mucho tiempo después y su padre siempre fue una figura extraña y distante) tenía pensado un futuro más pragmático y menos poético: “sastre, o cualquier otro oficio práctico y útil”; sin embargo el joven poeta ya había sido tocado por la gracia de las musas y sus primeros poemas habían sido publicados en los diarios más importantes de su país y algunos países centroamericanos. Esta férrea voluntad de ser poeta fue la única certeza en la vida de Rubén Darío.

Pero Darío estaba más que convencido de que la determinación y la voluntad no eran suficientes para convertirse en un gran poeta. Dos factores tenía que tomar en cuenta: la necesidad de absorber, asimilar y superar la tradición poética española y dejarse arrastrar por esa ola de cosmopolitismo y modernidad que desde la Francia de Verlaine, Hugo, Baudelaire, Mallarmé y demás simbolistas, estaba arribando en las grandes ciudades latinoamericanas.

Para lo primero, era necesario leer e imitar a los clásicos españoles; por esa razón es que una buena parte de su poesía se encuentra  en esos ejercicios infantiles y juveniles que aparecieron publicados en plaquettes, diarios de Nicaragua y Centroamérica; Darío no sólo leyó y entendió su tradición, también se entrenó en el ejercicio constante de sus formas poéticas.

Para lo segundo, el único camino era el exilio. En su segundo viaje al Salvador conoce a Francisco Gavidia quien lo introduce en la obra de Víctor Hugo y en las posibilidades rítmicas y semánticas del verso alejandrino, del cual Darío llegaría a ser un maestro. Centroamérica, sin embargo, sigue siendo un espacio muy reducido para su afán poético. Era necesario buscar otros aires, más cosmopolitas, más libres, parte entonces a Chile.

Llega a este país en 1886  y comienza su gran aventura poética. En Santiago, en 1888, publica el libro con el que marcaría un hito en la poesía española, Azul…, ya desde su título es evidente que la principal influencia será la poesía francesa, y así lo confirmaría en sus Cartas Americanas el novelista y crítico español Juan Valera. Azul… es también el punto de partida del Modernismo: una estética renovada con un lenguaje más expresivo, una visión crítica del mundo más cercana a los románticos europeos que a la desgastada y repetitiva poesía española. Chile calaría profundamente en la personalidad poética de Rubén Darío, sobre todo por el aire cosmopolita que impregnaba la ciudad. Pero siempre es necesario volver al origen y así lo hace en 1889, precisamente el 7 de marzo, ya transformado en el gran poeta regresa a su Centroamérica natal.

A su regreso conoce a Rafaela Contreras, la Stella de sus poemas y gran amor de su vida, con ella contrae matrimonio y procrea un hijo. Publica una nueva edición de Azul…, en la que incluye poemas de factura más refinada y esteticista. En 1892 viaja a España como delegado de Nicaragua para asistir a las celebraciones del Cuarto Centenario de la Conquista de América. En la madre patria conoce a los que considera sus maestros (Juan Valera, Menéndez y Pelayo, Emilia Pardo Bazán, Ramón de Campoamor, Núñez de Arce, entre otros) y entra en contacto con la joven pero vigorosa y rebelde Generación del 98 (Juan Ramón Jiménez, Antonio y Manuel Machado, Ramón del Valle Inclán, Miguel de Unamuno). A pesar de esta importante e intensa vida cultural, esta etapa estará marcada por la trágica muerte de su joven esposa, Darío se abisma en una depresión que lo orillará al alcoholismo y a un desastroso matrimonio con Rosario Murillo, para mayor sufrimiento del poeta muere su primer hijo. Es necesario abandonar su patria y Centroamérica.

En 1893 parte hacia Nueva York, en la Gran Manzana conoce a su querido José Martí, quien dejaría una profunda huella en su ideología política. Con este viaje Darío emprende una travesía que lo llevará de Buenos Aires a París. En Argentina trabaja para La Nación y publica Prosas Profanas, libro paradigmático del movimiento modernista, en este poemario la influencia española prácticamente esta ausente, todo es francés y simbolista. 1898 estalla la guerra entre Estados Unidos y España, es enviado como corresponsal para La Nación a cubrir este acontecimiento. Hispanista hasta la médula, Darío no será indiferente al desastre y de esta impresión nacerá el libro con el que cierra su evolución poética (pero no su producción), Cantos de Vida y Esperanza. A partir de este libro Darío se convertirá en el punto de referencia de las letras castellanas y tanto en España como en América comandará el movimiento modernista.

En esos textos encontramos a un poeta más consciente de la situación que atraviesan los pueblos hispanoamericanos y hace una denuncia casi profética de las consecuencias que traerá el Imperio naciente en la América del Norte; el poeta se siente también más cerca de la muerte y la angustia existencial es evidente en poemas como “Los nocturnos” y “Lo fatal”, en los que Darío reflexiona sobre la incertidumbre que enfrenta el ser humano ante la muerte inminente. Como todo gran poeta, Darío muere en su plena madurez, con tan sólo 49 años, en 1916 la muerte tocará a su puerta.

Cada uno de sus libros reflejará esa capacidad de adoptar, asimilar y transformar las influencias literarias: en Azul… fusionará lo mejor de la tradición española con el torrente verbal patriótico de Víctor Hugo; en Prosas Profanas y otros poemas, simbolismo y parnasianismo, erotismo y cristianismo, Dios y Luzbel, derrumbará toda una tradición poética e impondrá una nueva sensibilidad, confirmando así el papel fundador que Darío ocupará en la poesía modernista; en Cantos de Vida y Esperanza. Los cisnes y otros poemas más viejo y cansado, pero sabio y vigoroso, evocará la voz del demócrata Walt Whitman para llamar a la unión de lo vigores dispersos de Hispanoamérica; invocará al melancólico Francisco de Quevedo en sus poemas nocturnos y escatológicos. Contagio textual por imitación, pero también innovación, afán por renovar y reinventar nuevas formas de expresión, nuevos ritmos, nuevas imágenes. La poesía de Darío nos permitirá vislumbrar más allá de nuestras fronteras, su poesía reflejará la sed de espacio y las ansias por conocer y conquistar nuestros territorios poéticos.

El afán renovador y la aventura textual de los vanguardistas hispanoamericanos tiene su punto de partida en el Modernismo. Verso libre, prosa poética, metáforas insólitas serán recursos que también los poetas modernistas utilizaron en sus composiciones verbales. Sin el Modernismo, la poesía en lengua española jamás hubiera alcanzado esa libertad con la que Huidobro exaltará el poder creativo de la palabra. Para comprender la poesía en lengua española, obligatoriamente tenemos que tomar como referencia al Modernismo y, sobre todo, la poesía de quien primero tuvo conciencia de una nueva estética: Rubén Darío.

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